Grandes espacios regionales y de poder. El Pacífico y el Perú
José G. García Valdivieso*
"La seguridad y la defensa desbrozan el camino para que el bienestar y
el desarrollo logren su cometido".
Ramón de Campoamor
Es indudable que cuando el célebre geómetra y físico de la
antigüedad Arquímedes de Siracusa sentenció: “Dadme un punto apoyo y moveré el
mundo”, tenía su pensamiento puesto en el Universo y el planeta tierra. Sin
embargo, lejos estaba de pensar que la evolución del pensamiento del ser
humano, la investigación, el desarrollo y la evolución de la tecnología, así
como el atrevimiento de los científicos, harían que ese punto necesario para
mover al mundo se encontrase dentro del propio planeta, y él, no es otra cosa
que la política, cuyas bases fueron establecidas por otro contemporáneo suyo,
Aristóteles.
Política, que es la que mueve al mundo, como consecuencia de
esa relación de espacio-poder, donde el espacio a su vez está dado por la
dicotomía tierra-mar y el poder es el leit
motiv del ser humano.
Política que por delegación de la sociedad asentada en un
territorio, otorga el poder de gobernar a un grupo de integrantes de la misma,
para lograr satisfacer las grandes aspiraciones que permitan alcanzar el bienestar
general de todos los componentes de la misma.
Quiere esto significar que la antigua dicotomía tierra-mar
ha sido sustituida por la de espacio-poder, donde dentro del concepto espacio
está lógicamente contenido el concepto tierra-mar.
De otro lado sabemos que alrededor del 70% de la población
de la tierra, es decir aproximadamente cinco mil millones de habitantes, se
encuentran asentados mayoritariamente en una franja que va desde el litoral
hasta los 100 km tierra adentro, independientemente de otros lugares dentro de
los continentes que permiten la habitabilidad y desarrollo del ser humano,
debido a las características propias del terreno, clima, etc., que hacen viable
su supervivencia. En el Perú aproximadamente el 60% de la población está
asentada en una franja que va del litoral a los 50 km tierra adentro.
La guerra fría, a cuya culminación hemos asistido y de la
que hemos sido indirectos actores, trae como consecuencia inicial el destierro
de la bipolaridad, que hasta ese entonces había gobernado el mundo como
consecuencia de la existencia de dos grandes bloques ideo-políticos en que
estaba dividido, siendo reemplazada inicialmente por una aparente y efímera
unipolaridad, para luego desembocar en una abierta multipolaridad política con
una hegemonía militar de parte de los Estados Unidos de Norteamérica.
A su vez esta multipolaridad está en un franco proceso de
adecuación o reacomodo con una clara tendencia a establecerse nuevamente la
bipolaridad, donde se darán nuevas alianzas, generándose los nuevos bloques del
presente milenio, lo que hará necesario que para alcanzarla se transite por una
lucha entre la ideología religiosa, el fanatismo musulmán, la ideología china y
la denominada ideología occidental; y tales luchas van a tener como objetivo
fundamental el dominio de los espacios de poder dentro del gran espacio
regional, con el fin de que el vencedor esté en capacidad de imponer su
voluntad y convertirse en el gran hegemón.
De otro lado, la culminación de la guerra fría ha traído
aparejado a su vez otro fenómeno, el de la Globalización, el cual es fruto de
la tecnología de las comunicaciones, que en la actualidad se realizan en tiempo
real, a las cuales, la finalización de tal periodo político en el mundo impulsó
en forma explosiva, en paralelo con el desarrollo de las transnacionales, las
cuales configuran de hecho supra estados nacionales, cuyo objetivo es el de
crear una nueva forma de colonialismo moderno. Transnacionales que a su vez
están dirigidas por un estado superior, el que sí tiene la capacidad suficiente
para controlarlas. Considero pertinente dejar sentado que el fenómeno de la
globalización no es nuevo, siempre ha existido, pero en un ámbito meramente
regional, en su momento era parte de lo que se denominaba el mundo conocido,
ahora el mundo conocido involucra todo el globo terráqueo y más, siendo
denominado como la aldea global.
Amén de ello la culminación de la guerra fría trae la
necesidad de configurar un nuevo orden mundial que está estrechamente relacionado
con los grandes espacios de poder. A su vez estos últimos están íntimamente
ligados a los grandes espacios regionales, lo que en su oportunidad fuera
señalado por el gran teórico político alemán Carl Schmitt. Pero estos grandes
espacios regionales y de poder han existido históricamente unidos dentro de esa
trilogía compuesta por: las dos corrientes que desde ancestro han acompañado al
hombre, me refiero a la corriente secesionista y a la integracionista, las
cuales aún en la fecha están presentes y activas. La aplicación de las mismas a
través del tiempo nos muestra, que mayoritariamente la misma no ha sido
consecuencia del consenso, sino forzada por diversas circunstancias, las que
dependían de los intereses en juego, principalmente de las grandes potencias
del momento y secundariamente de movimientos regionalistas premunidos de
grandes cuotas de alguna o de todas las posibles razones que se citan a
continuación: “nacionalismo, etnias, religión, idioma, tradición, historia y/o
intereses”.
“LA ISLA MUNDIAL” SEGÚN MACKINDER
Se aúnan a estas corrientes, las dos grandes tendencias
geopolíticas, dentro de lo que se ha dado en llamar la “Doctrina del espacio
vital”, me refiero a la tendencia continentalista y a la marítima. La primera
de ellas encarnada y liderada por el geógrafo y estadista inglés Sir Halford
Mackinder, quien en su brillante trabajo El eje geográfico de la historia resaltó
la importancia de lo que denominó como: “la isla mundial en el dominio del
mundo”. Concretando, su doctrina preconiza que: “Quien domina la Europa Oriental-Rusia, controla el corazón
continental; quien domina el corazón continental, controla la isla mundial;
quien domina la isla mundial, controla el mundo”.
“EL DOMINIO DE LOS
MARES” SEGÚN MAHAN
La segunda está personificada por el marino e historiador
norteamericano, Almirante Alfred Thayer Mahan quien en su libro cumbre La
influencia del poder naval sobre la historia 1660-1805, afirma que el océano
era la clave del poder en la tierra y que:
“La potencia dueña de los mares señorearía el mundo”.
Vemos pues que continúa la ancestral rivalidad tierra-mar,
rivalidad nacida cuando el hombre se adentra en el mar en viaje transhorizonte
en busca de nuevos mundos. Dicotomía que no tiene razón de ser, puesto que a
pesar del avance científico y tecnológico, existe y continuará existiendo por
larga data una interdependencia entre ambas, algo similar a un cordón
umbilical, donde la una no puede existir sin la otra, ergo, el dominio mundial
solo será ejercido por quien participe de ambas condiciones: “Ser una potencia
marítima y continental al mismo tiempo”.
Retomamos para completar el marco de referencia a dos
teorías relacionadas entre sí, la de “Los grandes espacios regionales” y la de
“Los espacios de poder” a las que hiciéramos referencia al inicio del presente
ensayo.
La primera de ellas, la de “Los grandes espacios
regionales”, se ha ido constituyendo en el mundo a través del tiempo, dichos
espacios han ido cambiando de ubicación geográfica en función de cómo se
desarrollaban y evolucionaban las civilizaciones, consecuencia de la
preponderancia económica de las unas sobre las otras y del mayor o menor grado
de poder relativo que poseían, lo que las hacía predominantes en su área de
influencia, constituyéndose de hecho en el centro de gravedad de su área.
Su formación y desarrollo obedecen a las condiciones que en
un momento dado se dan, como consecuencia de la interactuación del hombre y el
espacio; es decir, la relación que por definición básica, constituye la geopolítica.
Ciencia y arte, donde el hombre es el animal político por excelencia; y el
espacio territorial, comprende y constituye la riqueza encerrada, la cual debe
tener una íntima relación con la capacidad de carga del territorio.
Dichos Espacios regionales, están gobernados al igual que
los países, estado-nación, civilizaciones, etc.; por el mismo principio
geopolítico que los asemeja a los seres vivos; ello quiere decir que los
mismos: nacen, crecen, se desarrollan, decrecen y mueren o desaparecen.
Paul Kennedy, en su obra Auge y caída de las grandes
potencias, nos demuestra la evolución de las mismas a través del tiempo;
asimismo, los grandes espacios regionales donde se asentaron y desarrollaron
tales civilizaciones, siguieron como consecuencia el mismo ciclo geopolítico.
En paralelo con el gran espacio regional se encuentran los
espacios de poder, los cuales están contenidos en los primeros y donde una o
más potencias en diferentes estadios, ya sea emergencia, auge o decadencia se
disputan la hegemonía del mismo.
Veamos ahora, en forma por demás sucinta, la forma cómo han
evolucionado estos grandes espacios regionales a través del tiempo.
El primero de estos grandes espacios regionales, es a la vez
el más longevo, debido no sólo al tiempo que duró su predominio, sino a la gran
cantidad de civilizaciones que florecieron dentro de su seno, sucediéndose unas
a otras en función de su nacimiento, auge y caída, consecuencia también de los
espacios de poder que se generaron y que en su momento gestaron potencias e
imperios de orden netamente regional. Este gran espacio regional es el
Mediterráneo, en el cual, entre otros: se dan las tres grandes batallas que
deciden la suerte del mundo antiguo, consecuencia de la necesidad de consolidar
un hegemón en el área.
Las batallas a las cuales nos referimos son: la de Pelusio,
actual Port Said en el 1200 a C, la de Salamina en el 480 a C y la de Actium
(hoy golfo de Arta, en Epiro) en el 31 a C, dando esta ultima el dominio del
Mediterráneo a Roma y con ello el predominio de Occidente sobre Oriente.
Posteriormente viene la era de los grandes descubrimientos y
exploraciones, para llegar a Lepanto en 1571, donde los cristianos aplastan
definitivamente el poderío turco.
GRANDES ESPACIOS
REGIONALES Y DE PODER
EL MEDITERRÁNEO
Luego tenemos las batallas de San Vicente, Abukir y
Trafalgar; perdiéndose en la primera de ellas la flota española y en las dos
restantes la francesa, dándose como consecuencia el predominio británico por
más de un siglo, estando inmersos ya, en la era del Atlántico, como nuevo gran
espacio regional.
Este gran espacio regional empieza a perder su influencia al
término de la segunda guerra mundial, donde comienza a avizorarse la
importancia del Pacífico como el nuevo gran espacio regional. Es pertinente
considerar el periodo entre guerras, es decir entre lo que se ha dado en llamar
las dos guerras mundiales, dado que dicho periodo, por lo corto del mismo y por
las acciones desarrolladas dentro de él, debería ser considerado como una pausa
de combate, donde lo más importante quizá, fue el desarrollo de nuevas
tecnologías, tácticas y estratégicas.
El ingreso al nuevo milenio nos encuentra plenamente
situados dentro del gran espacio regional del Pacífico, con todo lo que él significa.
El océano Pacífico, denominado también hemisferio Pacífico
por su inmensidad, representa lo siguiente: “Su superficie es de 179 millones
de kilómetros cuadrados, similar a la combinada del Antártico y el Índico.
Representa el 46% del total mundial de los océanos, con una profundidad
promedio de 4 200 m., teniendo profundidades abisales, tal como la fosa de
Mindanao de 11 524 m., que es inmensamente mayor que el monte Everest en la
cadena de los Himalayas que solo alcanza la altura de 8 848 m.
Su eje norte-sur mide 11 000 kms., y el este-oeste, sobre el
Ecuador, 16 000 kms., dándole una forma ovalada.
Tiene el litoral más extenso del planeta y sus aguas bañan
tres continentes: América, Asia y Oceanía; el 60 % de la población mundial de
más de 6 500 millones, se halla asentada en él; se hablan los tres idiomas más
usados del planeta: el inglés, el chino mandarín y el castellano (cuyos totales
mundiales son: 1 500 800 y 500 millones respectivamente). Se profesan
mayoritariamente tres religiones: el Cristianismo, el Budismo y el Islamismo.
Conecta con el océano Índico al sur de Australia y por el
archipiélago indonesio, con el Atlántico por el estrecho de Magallanes y el
paso de Drake; con el océano Glacial Ártico por el estrecho de Bering; estando
la mayor cantidad de tierras continentales en el hemisferio norte.
El hemisferio Pacífico, en la práctica representa la mitad
del globo terráqueo, conteniendo la mayor capacidad económica en términos de
riqueza potencial, debido a la gran cantidad de recursos vivos y no vivos,
renovables y no renovables, constituyendo la mayor despensa de la humanidad,
siendo además, el gran regulador climático del planeta por su capacidad
termodinámica.
Como es fácil comprender, la migración de estos grandes
espacios regionales se realiza dentro de un tiempo, consecuencia del principio
geopolítico que los rige, es decir: el nacimiento, auge y desaparición o
minimización de los mismos, congruente esto último, con el desarrollo de los
espacios de poder que albergan dentro y, de la interacción de tales espacios de
poder para lograr la ansiada hegemonía.
Hasta aquí el marco de referencia en función de estas seis
constantes históricas las que están implícitas al establecerse un escenario que
permita analizar la situación mundial desde la óptica de la geopolítica, la
geoestratégica y la geoeconomía, los fundamentalismos e intereses, a fin de
bosquejar un nuevo orden mundial totalmente dinámico, en donde podemos observar
claramente que lo que está latente en todo momento, dentro de estas constantes
históricas, no es otra cosa que el ansia de poder, el cual emana de cualquiera
de las acciones tomadas y de los intereses de los actores.
En este punto creo conveniente y necesario echar un breve
vistazo a épocas más recientes: la caída del muro de Berlín, el término de la
guerra fría, la disolución del Imperio Soviético, así como la guerra de
Chechenia, el asunto del Kosovo, los permanentes problemas de los Balcanes, que
la hacen una región totalmente inestable; la primera y segunda guerra del golfo
y otros conflictos menores pero no menos importantes, los cuales demandaban el
establecimiento de un nuevo orden mundial, consecuencia entre otros, de la
terminación de la bipolaridad y del interregno inmediato
unipolaridad-multipolaridad, con un hegemón militar y la existencia de hasta
seis grandes potencias: Estados Unidos, Rusia, China, Japón, la Unión Europea y
la India, de las cuales las cuatro primeras están en el Hemisferio Pacífico.
Además existen una serie de potencias intermedias, de segundo orden, también
llamadas emergentes; de las cuales tenemos a Canadá, Corea del Norte, México y
Australia en el Pacífico y Brasil en el Atlántico, algunos países tratando de
lograrlo y, una serie de países cuyo objetivo primordial es el de lograr
alcanzar la satisfacción de sus objetivos nacionales de supervivencia, es decir
lograr la autosuficiencia en alimentación, energía y salubridad (agua y
desagüe).
Dentro de este contexto, no podemos dejar de analizar el
mapa de Saúl B. Cohen, en el cual se muestran los cambios geopolíticos en la
era posterior a la guerra fría.
Esta es la concepción norteamericana en relación con la estructura
geoestratégica y geopolítica del mundo, la concepción gira en torno a zonas de
exclusión, donde en todas y cada una de ellas existe un hegemón con capacidad
nuclear, con excepción de la zona sudamericana.
La China es una zona autónoma que incluso ha llegado a
dominar de tal manera el mar de China que es imposible penetrar en él, debiendo
el que desee utilizarlo, disputárselo, amén de ello ha logrado extender su
influencia y poder sobre toda el Asia, a pesar de la potencia nuclear emergente
en que se ha convertido Corea del Norte. Queda pendiente, en el mediano plazo,
la integración de Taiwán a la China continental, lo que es más que otra cosa,
un problema de integración de sistemas y cúpulas políticas, puesto que en la
actualidad ya forma parte de la segunda China constituida por la China
continental, Hong Kong, Macao, Taiwán y Singapur.
Estados Unidos se encuentra en una zona aislada, lo que le
da ventajas estratégicas, sobre todo por el hecho de su bioceanidad y de tener
acceso al océano Glacial Ártico a través del estrecho de Bering. Su brazo
estratégico alcanzaría hasta Venezuela por el petróleo, sin embargo, creemos
que dicho brazo se extendería hasta el río Amazonas, por la importancia de éste,
como mayor reserva de agua dulce del planeta con exclusión de la Antártida.
La India se ha convertido en una zona independiente y
aislada, gracias a haber alcanzado el status de potencia nuclear,
independientemente de sus ancestrales rivalidades con Pakistán. En este punto
es importante mencionar, para su análisis y estudio posterior, la formación del
paralelepípedo anglosajón, constituido por Gran Bretaña, India, Australia y
USA-Canadá, con lo que esta posibilidad latente per se involucra en todos los
aspectos.
La Unión Europea, por su lado, gracias a la capacidad
nuclear de Francia principalmente y secundariamente de Gran Bretaña, representa
un elemento potencial digno de ser considerado dentro de los llamados Estados
Continente.
Finalmente tenemos a Sudamérica, que se prolonga hasta el
África, zona que es calificada como limbo estratégico, por la carencia de un
hegemón con capacidad nuclear, es una zona neutra, que se convierte en una zona
de reserva, que por el momento se encuentra fuera de las disputas por el
control mundial.
EL MUNDO SEGÚN COHEN
Vemos, pues, que lo que caracteriza a estas zonas, es la
existencia de un hegemón con capacidad nuclear, lo que les ha permitido
desarrollar la posibilidad de exclusión; que es lo que Carl Schmitt llamaba “La prohibición de intervención para
potencias extranjeras”.
Cuando se estaba consolidando un nuevo orden mundial suceden
los acontecimientos del 11-S, los cuales producen un vuelco total en dicho
ordenamiento, relacionándolo específicamente con los nuevos conceptos
estratégicos vertidos por China y que supuestamente son una actualización a los
tiempos de los emitidos en su momento por Sun Tzu.
Para efectos del presente escrito debemos considerar al
hemisferio Pacífico como la continuación histórica de lo que representaron, en
su momento para la humanidad, el Mediterráneo y luego el Atlántico. Además ya
hemos mencionado que de las seis grandes potencias posibles del presente
milenio, cuatro de ellas van a estar localizadas en el precitado hemisferio
Pacífico, con el agravante, que las cuatro en la práctica se están convirtiendo
en tres, por el pacto de alianza firmado entre Rusia y China, lo cual traerá
consecuencias impredecibles a futuro, en las relaciones entre las potencias,
puesto que, por primera vez en la historia, desde que emergiera como potencia
los EEUU, pierde la capacidad de proyectar su poder hacia tierra.
Específicamente nos estamos refiriendo al mar de la China, donde, de acuerdo
con la última información disponible se ha desplegado por parte de China, un
sistema de defensa de litoral, tan bien concebido y desarrollado, que será
imposible para los EEUU, el poder llevar a cabo parte de su estrategia naval,
la cual está sustentada en la proyección del poder hacia tierra, única forma de
doblegar el poder combatiente del enemigo en términos reales.
Consecuencia de la estrategia China para contrarrestar el
poderío naval norteamericano, es que los EEUU ha diseñado su nueva estrategia
marítima, denominada: “en el mar y desde el mar”, la cual, al fin de cuentas,
no es otra cosa que: “la batalla decisiva y la proyección del poder sobre
tierra, con otro nombre”. Sin embargo, este “nuevo concepto”, obliga a los
EEUU, a desarrollar nuevas teorías, basadas en la reconversión de su flota o
adaptación de sobrevivencia, relacionada con los nuevos retos por asumir, en
función al drástico cambio de los escenarios, donde lo que era convencional, no
lo es más. Esta nueva filosofía demanda el contar con elementos sumamente
versátiles, de alta maniobrabilidad, potencia de fuego y velocidad, capaces de
operar en espacios reducidos, poco detectables y con ventajas relativas con
relación a las defensas de litoral que se le pudieran oponer, a fin de tener
posibilidad de éxito.
Este hemisferio Pacífico viene a constituir el primero de
los dos grandes espacios regionales en los cuales le corresponderá
desenvolverse al Perú en el presente siglo, siendo el otro, el correspondiente
al continente sudamericano, con las consecuentes interrelaciones existentes
entre ambos.
El hemisferio sudamericano a su vez está llamado a
constituirse en factor importante dentro de su relación con el hemisferio
Pacífico y con el mundo entero, entre otras cosas por encontrarse dentro de él,
el más grande bosque húmedo del planeta, el cual a su vez contiene más de la
quinta parte de los recursos explotables de agua dulce existentes sobre la
tierra, sin considerar la gran reserva antártica. Asimismo, es poseedor de
ingentes recursos naturales de todo tipo y por otro lado es la única zona del planeta
exenta de un hegemón con capacidad nuclear, debiendo permanecer en tal
situación a futuro, lo que le da una gran ventaja comparativa, como último
rincón donde podría preservarse la vida del ser humano, en caso de producirse
el holocausto nuclear.
Delimitados los dos grandes espacios regionales en los que
le tocará desenvolverse al Perú en el presente milenio, analicemos su
situación.
Geoestratégicamente el Perú se encuentra inmejorablemente
situado dentro del continente sudamericano, con una natural vocación
biocéanica, y siendo poseedor de las dos únicas grandes bahías naturales que
podrían ser convertidas en megapuertos o puertos HUB para transformarse en las
puertas de entrada-salida de y hacia el continente, lo que debe constituir la
base sólida sobre la que se desarrollaría la integración de los dos grandes
grupos económicos, es decir el CAN y el Mercosur, aprovechando a su vez para
esta integración la vecindad entre el Perú y el Brasil, quienes vendrían a
constituir el núcleo central de cohesión continental, al cual por fuerzas
centrípetas se adherirían los estados periféricos continentales, configurándose
en el mediano plazo la confederación de estados de Sudamérica.
Las ventajas de esta confederación están dadas en función de
mercados internos, población, riquezas y proyección dentro del contexto
internacional con un poder de negociación de bloque y no de países
individuales, siendo en el último caso su poder de negociación mínimo frente a
las otras potencias o confederaciones de países, más específicamente cuando se
realice con los llamados países continente.
Indudablemente que visiones de este tipo no son del todo
gratas a todos los posibles socios, puesto que cada uno de ellos buscará la
mejor manera de participar en el proyecto de acuerdo con sus propios intereses
y dentro de su propia concepción de seguridad nacional. La relación natural
entre el Perú y Brasil se ha visto dificultada por las corrientes geopolíticas
en boga en ambas naciones durante la época de los años 50 del siglo pasado que
la frenaron; sin embargo, ella se va a dar de todas maneras por la necesidad de
ambos de constituirla, a la cual inmediatamente se unirá Bolivia, pues
históricamente conformó desde antaño un solo núcleo con el Perú en lo que se
denominaba el Alto Perú.
Esta situación a su vez conlleva un liderazgo compartido
hegemónico del Pacífico Sur por Chile y Perú a fin de contrarrestar la
manifiesta marcha hacia esta zona de Australia y Nueva Zelanda como parte de
sus intereses estratégicos de desarrollo. El compartir esta zona, de este gran
océano, implica dejar de lado tanto las rivalidades nacidas durante el
Virreinato y la República, así como la política talasocrática chilena con
relación a su poder naval, recordando que en el siglo XVII, el territorio de
ese país, no pasaba de ser lo que se denominaba el “Cajón de Maule”, el cual ha
crecido territorialmente, hasta en tres veces a expensas de sus vecinos.
Lo importante ahora es establecer las políticas y diseñar
las estrategias que nos permitan llevar a cabo este ambicioso pero necesario
plan, a fin de constituir en el breve plazo la Unión de Estados Sud Americanos
que nos permita participar en mejores condiciones dentro del contexto
internacional.
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* Contralmirante MGP. Presidente del Instituto de Estudios Histórico-Marítimos del Perú IEHMP. Artículo publicado en la Revista del IEHMP N° 31, 2010-2011, pp. 117-129.
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